Crítica de ‘Play Dirty’: Shane Black resucita la comedia de acción con una dosis de violencia retro

En una era dominada por las plataformas de streaming, el género de la comedia de acción, que un día fue vibrante y descarado, parece haber entrado en una fase monótona y predecible. Semanalmente nos vemos inundados por producciones de estrellas sin química y guiones formulados que intentan, sin éxito, replicar la magia de clásicos como Arma Letal o El último boy scout. Cada nuevo estreno fallido no hace más que recordarnos el talento de Shane Black, el guionista y director que convirtió este género en un arte. Ahora, Black regresa con Play Dirty, su primera película para una plataforma (Amazon Prime Video), demostrando que, aunque no esté en su mejor momento, sigue estando muy por encima de la competencia.
Un atraco que sale mal y una venganza en marcha
La película arranca con una secuencia de apertura salvaje y trepidante que debería incluir una advertencia para los amantes de los caballos. Parker (Mark Wahlberg) y su equipo ejecutan un robo en un hipódromo, tomando rehenes en la oficina de contabilidad. Cuando el plan se tuerce por la intervención de un aparcacoches con ínfulas de héroe, la huida se convierte en una caótica persecución en plena pista, con coches, caballos y jockeys volando por los aires en una escena que evoca la locura de los thrillers de Brian De Palma.
Pero lo realmente impactante ocurre en el escondite. Una saboteadora del grupo, Zen (Rosa Salazar), se revela, se despoja de su ropa y, armada con una pistola, liquida a casi todos los presentes. Parker, que parece capaz de esquivar balas por instinto, sobrevive para presenciar la traición. La frialdad con la que los personajes son eliminados establece desde el primer momento el tono explosivo y nihilista del filme. Consumido por el deseo de venganza, Parker localiza a Zen, solo para descubrir que ella le ofrece un trato: un nuevo golpe que le reportará más dinero del que jamás ha robado y que, según ella, servirá a “un bien mayor” al ayudar a derrocar al dictador que oprime su país natal.
Wahlberg, un Parker letal con matices
El personaje de Parker, héroe de 24 novelas de Donald E. Westlake, ha sido interpretado por actores como Robert Duvall o Jason Statham. En esta ocasión, el turno es para Mark Wahlberg, un actor responsable de algunos de los peores exponentes del género en streaming, como la nefasta Spenser Confidential. Sin embargo, Shane Black logra extraer de él una interpretación más sólida de lo que hemos visto en la última década. A sus 54 años, Wahlberg se muestra en plena forma, proyectando una frialdad estoica que le sienta bien al personaje. Su Parker es un sociópata funcional que te mataría en un instante, algo que Tom Cruise nunca consiguió transmitir del todo en las películas de Jack Reacher.
Aun así, la elección de Wahlberg es un notable paso atrás si consideramos que el papel estaba pensado originalmente para Robert Downey Jr., cuya química con Black ya quedó demostrada en Kiss Kiss Bang Bang y Iron Man 3. A Wahlberg le cuesta clavar el ingenio sardónico y seco del personaje, sintiéndose más cómodo en la acción que en la comedia. El resultado es que otros miembros del reparto, como LaKeith Stanfield, un actor con mucho más talento para la comedia, terminan destacando más.
El inconfundible sello de Shane Black
Lo que distingue a Play Dirty del resto de producciones es la autoría de Black. Su enfoque convierte una receta de comida para perros en alta cocina. El plan consiste en robar un tesoro hundido de un galeón español del siglo XV, concretamente el mascarón de proa de oro, una estatua de la Dama de Arintero. El antagonista, un criminal corporativo interpretado por un irreconocible Tony Shalhoub, también quiere la pieza para vendérsela a un “multimillonario gilipollas”.
La película está repleta de los elementos característicos de su director: diálogos afilados, violencia casual a quemarropa, personajes arrojados desde edificios y, por supuesto, la ambientación navideña, un chiste ya algo manido desde que La Jungla de Cristal se convirtiera en un clásico de estas fechas. Cada vez que estás a punto de desconectar, la película aumenta el número de víctimas de la forma más festiva posible. Es una aleación de choques de coches y humor negro que se siente tan clásica como las películas que evoca, pero revitalizada por la actitud despreocupada y nihilista de Black.
Un entretenimiento violento con luces y sombras
Play Dirty no es la mejor obra de Shane Black, pero es un soplo de aire fresco en un panorama desolador. Es un recordatorio de la personalidad y el brío que este director aporta a un género que otros tratan con desdén. El filme cuenta con secuencias de acción de una escala monumental, a veces deliciosamente exageradas al nivel de Misión: Imposible. Sin embargo, en otros momentos, la ambición se ve lastrada por unos efectos visuales de aspecto barato, y el hecho de que Australia intente pasar por Nueva York resulta una distracción constante. A pesar de sus defectos, Play Dirty es un entretenimiento violento, desechable y muy disfrutable que nos recuerda por qué Shane Black es un maestro en lo suyo.