Air: Una intriga pensada con los pies (***)
Ben Affleck inventa con brillantez el ‘thriller’ a medio camino entre la podología, el melodrama empresarial propagandístico y, por qué no, la arqueología ‘foucaultiana’
Lo normal es empezar por el principio y, en consecuencia, las biografías acostumbran a colocar en el primer capítulo el nacimiento. Y mucho más si el bebé es subrogado (si llegado el caso, la madre fuera también la suegra o la abuela, con mucho más motivo). Si se trata de un genio, prohombre, prócer o preboste -que de todo hay-, lo suyo es que ya en la introducción aparezca al menos uno de sus logros. Pongamos Michael Jordan, probablemente el mejor deportista de todos los tiempos. O uno de ellos. En el orden natural de las cosas, uno esperaría cuanto menos que su biopic empezara con una canasta. O dos. O al menos alguna de las 12.192 que por lo visto consiguió a lo largo de su infranqueable carrera. Pues no, Air, como ya anuncia el título, arranca (y acaba) en los pies. Y ahí, sin duda, reside tanto su gracia como el inconfundible olor (que no hedor) de las mejores intrigas que transpiran.
El buen director (mucho mejor que actor) que es Ben Affleck decide así inaugurar un nuevo género de thriller saltarín melodramático a medio camino entre la podología y la arqueología foucaultiana. De la rama de la medicina que estudia los problemas asociados a los pinreles, Air toma el gusto por el fundamento. Lo importante, al fin y al cabo, es una buena base o, de otro modo, lo que cuenta es el gusto aquilatado que demuestra la película por el suspense venga de donde venga, aunque sea de una fascitis plantar. Y de la afición del filósofo francés post estructuralista por el estudio de lo supuestamente irrelevante, la cinta protagonizada con soltura y mucho nervio por Matt Damon se apropia de la voluntad de sorpresa. ¿Quién habría imaginado que unas simples zapatillas llegarían ellas solas tan lejos?
En efecto, la película cuenta la historia del calzado deportivo conocido como Air Jordan. Se narra la contratación del baloncestista, la fabricación de la suela, la ambición, la obsesión, la fiebre y lo complicado que es convencer a una madre. Y esto, que así dicho da todo lo más para un documental triste en Netflix, adquiere de repente la virtud de los tres puntos desde mucho más allá del perímetro de precisamente los tres puntos, que dirían los locutores entregados. Y eso es así, porque todo cuadra. Es así merced a un guión medido, unas interpretaciones agónicas (mención especial para una Viola Davis descomunal en la piel de la madre tozuda del encestador) y un sentido del humor perfectamente compenetrado con la épica industrial. ¿Quién habría imaginado que la intriga estuviera en los pies?
En cualquier caso, y por aquello de no dejarse arrastrar por el entusiasmo más de la cuenta, no conviene perder de vista que Air es una de esas películas tan calculadas como descaradamente reaccionarias. Pura propaganda. Buena propaganda, pero propaganda al fin y al cabo. Toda la cinta vive feliz en unos años 80 de pega idealizados por una nostalgia de saldo donde el capitalismo era bueno y producía cosas chulas. Por un momento, y sin llevar el argumento mucho más allá, el que Amazon -santo y seña de la paquetería sin reglas ni derechos ni sindicatos- sea, en calidad de productora, la que mantenga la frase precedente debería dar que pensar. Pero eso, quizá, es buscar tres pies al gato. O no tanto, ¿por qué habríamos de engañarnos? Sea como sea, todo está, definitivamente, en lo pies.